lunes, 1 de mayo de 2017

De manzanas y viajes en el tiempo



Dicen que fue una manzana cayendo de un árbol lo que sirvió a Newton de inspiración para formular su famosa Ley de gravitación universal. En mi caso, aunque yo no formulé ley alguna, fue también una manzana la que me hizo el otro día viajar en el tiempo hasta mi más tierna infancia, a través de su increíble sabor, aroma y textura, algo que ya creía olvidado y que de repente afloró de nuevo en mí cual magdalena de Proust, al ingerir una manzana golden bio. Fue entonces cuando reparé en que hace demasiado tiempo en que la fruta dejó de saber a fruta, la verdura dejó de saber a verdura y así casi con todo. La transición estuvo, sin embargo, tan bien orquestada, que aquí nadie se dio cuenta de nada.

Es una lástima que compremos únicamente dejándonos guiar por el sentido de la vista, porque la perfección de formas y el brillo en esas piezas que vemos tan meticulosamente colocadas en las cajas de los supermercados no guardan relación de proporción directa con su sabor. Al contrario, dejan ver que son sino un producto más de una industria mezquina que solo busca la más alta rentabilidad en el más breve lapso de tiempo sin importar los medios, las formas ni mucho menos la calidad del producto vendido.

Hoy en día ya todo sabe igual, todo es corcho. Los productos naturales perdieron su sabor, mientras que los productos procesados no son más que "corcho aderezado". Siempre dije que la industria alimentaria abusa sobremanera de la sal y el azúcar con el único fin de crear más adeptos. Es extremadamente complicado (y caro) encontrar un producto de calidad que no haya sido adulterado y/o edulcorado o salado en exceso. Nunca debimos salir de eso que ahora denominan bio. Pero nos la han "colado", y ahora pretenden hacernos pagar un plus. Eso que para nuestros abuelos era la norma, el producto ecológico y/o artesano, es hoy en día toda una rareza, además de un lujo.

¡El mundo está loco! No os cuento nada nuevo, amigos.