domingo, 1 de marzo de 2009

Ese oscuro objeto del deseo...

¿Puede alguien imaginar mejor compañía para una fría y oscura noche de invierno, que la presencia de siete hermosas jovencitas, al abrigo de las cuales cobijarse?

Pocos cuerpos celestes han logrado volver a producirme satisfacción similar a la que experimenté el día que descubrí las Pléyades. Supongo que en aquella región del cielo, y muy recatadas ellas, habían permanecido agrupadas desde tiempo inmemorial, preparadas siempre para desplegar todo su encanto a los ojos del observador atento. Y resulta que un buen día (o noche, mejor dicho), afortunado de mí, ese observador fue quien estas líneas escribe.




Visibles a simple vista y de aspecto similar al de una Osa Mayor en miniatura, es importante recalcar que no se trata de una constelación, sino de un cúmulo o agrupación real de estrellas dentro de la constelación de Tauro.

Para su localización conviene saber que las tres estrellas que componen el Cinturón de Orión apuntan, hacia el Norte, a la anaranjada Aldebarán, una gigante roja perteneciente a la constelación de Tauro que se sitúa junto a otro cúmulo estelar de estrellas mucho más esparcidas: las Híades. Éstas dibujan en el cielo una especie de V, en uno de cuyos extremos se encuentra la susodicha Aldebarán (en realidad no es más que un efecto de perspectiva, ya que las Híades se hallan a doble distancia). Pues bien, siguiendo la línea imaginaria que une el Cinturón de Orión con Aldebarán y recorriendo en el cielo una distancia ligeramente inferior a ésta, nos toparemos, en un determinado punto del firmamento, con las mencionadas Pléyades, también conocidas como M45.




Se trata de un cúmulo estelar abierto, de unos 15 años-luz de diámetro, que dista aproximadamente 450 años-luz de nuestro Sistema Solar. El conjunto completo cubre poco más de 1º de arco en la bóveda celeste (La Luna Llena abarca aproximadamente 0.5º de cielo). A simple vista, y en ausencia de Luna, pueden llegar a identificarse seis de las Siete Hermanas. Con unos binoculares normalitos (7x50 ó 10x50), la visión es ya lujuriosamente orgiástica. Un auténtico espectáculo para los sentidos en el que pueden llegar a contarse varias decenas de estrellas, y, casi casi (dependiendo del grado de fervor en el que se haya sumido el observador), hasta vislumbrar la materia interestelar que las arropa.

Sus nueve estrellas más brillantes toman el nombre de las Siete Hermanas de la mitología griega (Asterope, Taigeta, Maya, Celeno, Electra, Alcione y Merope), más, lógicamente, la presencia de sus padres (Atlas y Pleyone), quienes aún no las dejaban salir solas al espacio...


2 comentarios:

ethan dijo...

Las Pléyades debe ser lo más satisfactorio de ver para un aficionado a las estrellas. Me gusta tu sección del Universo. Te propongo que incluyas en ella algo muy útil: buscar la polar, es decir el Norte (y de paso la Osa Menor). El camino que mejor me sé es a partir de La Osa Mayor por un lado, y el de las bisectrices de Casiopea por otro.
Un saludo!!

Kinezoe dijo...

Todo se andará, ethan. Dedicaremos un futuro capítulo a la localización de la Estrella Polar. No sé cuándo, pero se le dedicará... Por cierto, prácticamente ya revelaste la información básica al respecto; los que mencionas son los dos primeros métodos (y los más fáciles) que yo aprendí. ;)

Lo que no quiero es que ningún tema acabe monopolizando el contenido del blog. Como habréis podido observar voy dando saltos de un asunto a otro sin aparente orden ni concierto. Esa es precisamente la idea: hablar de todo un poco, sin pretender sentar cátedra en nada. Si con mis breves apuntes consigo que alguien comience a sentir curiosidad por un tema, ya me doy por satisfecho.

Saludos!